A cada uno lo suyo

Realmente importa poco quién está enterrado en la catedral de Santiago. Si es el apóstol  o es el hereje Prisciliano el que ocupa el sepulcro, es cosa nimia hoy en día ( aunque no me resisto a sonreír ante el guiño de justicia poética, de que tantos papas, soberanos y fieles se hayan postrado ante el cadáver del que un día ellos mismos mandaron matar). Lo que es más interesante de toda esta cuestión es como la argumentación de los que defienden la visita del Papa o la misma existencia del camino de Santiago, se basa muy a menudo en el tema económico; cuanto dinero deja el turismo generado por la peregrinación constante, los ingresos que va a suponer  la afluencia de personas para ver al Sumo Pontífice, el aumento de la publicidad de España en el mundo, es decir, todo gira no tanto en el tema espiritual o de creencias sino más bien por criterios de economía, lo cual es triste y bastante penoso. Por eso cuando algunos alzamos la voz y decimos que no puede pagarse la visita del Papa con nuestros impuestos, estamos diciendo que sean aquellos que obtienen un beneficio, sea moral, espiritual o económico de la visita de su sumo sacerdote, los que paguen.

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